Agresividad de Niños, adolescentes y adultos
-Agresividad en los niños
El comportamiento agresivo en los niños y las alteraciones de conducta constituyen el problema más frecuente en las consultas de salud mental infanto-juvenil. Esto es especialmente significativo en varones, llegando a tasas que varían entre el 35-50 por 100.
Sin ir más lejos, hace poco salió en los noticiarios el caso de un joven que apuñaló a su madre porque no funcionaba internet en casa. Este es un caso especialmente grave de agresividad por sus consecuencias, siendo más frecuentes casos más leves, aunque no necesariamente menos preocupantes.
En este sentido, es inevitable plantearnos si la preocupación social responde a un aumento real de la frecuencia y gravedad de los comportamientos antisociales. Un reflejo de esa gravedad lo encontramos en las conductas agresivas en el contexto familiar.
Resulta sorprendente lo pronto que aparece el comportamiento agresivo en niños y la falta de herramientas de los padres para reconducirlo. Los padres manifiestan no poder controlar a sus hijos de cuatro y cinco años de edad, mientras son agredidos verbal y físicamente.
La explicación del comportamiento agresivo en los niños es compleja. No puede buscarse sólo en relaciones causa-efecto concretas o factores individuales o familiares. Debe contemplarse un marco más amplio. En este marco tienen cabida variables macrosociales, en las que se basan sobre todo la mayoría de programas de prevención. Este análisis no es sencillo, esa es la realidad. Baste decir que se han dado cambios sociales en las últimas décadas. Estos cambios se refieren a valores y creencias sobre estilos educativos; cambios que por otro lado pueden haber podido contribuir a generar el problema.
¿Qué entendemos por agresividad infantil?
La palabra agresividad deriva del latín «agredi», que significa «atacar». Atacar o agredir implica que alguien está decidido a imponer su voluntad a otra persona u objeto, amenazando con causar o causando daño físico o psíquico. En el caso de los niños, la agresión suele presentarse de forma directa, como un acto violento contra una persona. Este acto de violencia puede ser físico (patadas, empujones, pellizcos…).
El acto de violencia también puede ser verbal, como insultos, palabrotas o amenazas. Otra forma de agresión sería aquella en la que el niño arremete contra los objetos de las personas que se oponen a sus deseos.
El comportamiento agresivo y el comportamiento antisocial están de alguna manera superpuestos, pero son diferentes entidades. Sin embargo, se sabe que cuando el comportamiento agresivo en niños es bastante estable, pueden predecirse comportamientos antisociales durante la adolescencia.
Por otro lado, existen múltiples factores que influyen en el comportamiento. Uno de estos factores lo encontramos en los genes. Se ha relacionado la variación en los niveles de serotonina con los comportamientos agresivos.
-Agresividad en los adolescentes
Adolescencia significa el final de la niñez y el comienzo de una nueva vida. Una época de profundos duelos: del cuerpo de niño que se transforma; de los padres, de los que hay que separarse para no correr el riesgo de convertirse en un bonsái humano; del niño que fuimos porque los amigos, el amor y la profesión, esperan. Este proceso se realiza con un cerebro inmaduro y con las hormonas del desarrollo a nivel extraterrestre.
La adolescencia significa un nuevo nacimiento que se manifiesta en la búsqueda de la propia autonomía y el impulso de avanzar. La ira constructiva sirve para resguardar su endeble independencia. Por eso, pasan por la centrifugadora todo lo aprendido. Cuando los padres son rígidos y autoritarios esto se realiza a través de conductas de agresión física o verbal. Cuando educamos con afecto y apoyo incondicional, pero sin límites, promovemos su desarrollo individual, pero se crean expectativas elevadas de éxito. La frustración se produce cuando nuestras ilusiones y su realidad no coinciden, y la superprotección no permite confiar en que ellos podrán funcionar sin nosotros.
La desilusión y la frustración por ambas partes es la consecuencia de todo esto. Los chicos se alejan de las madres y hacen piña con otros chavales, se dedican al deporte o a los videojuegos para afianzar su masculinidad. Suelen mostrar su desacuerdo a través de un enfado manifiesto. Las chicas vuelven a la madre protectora y confidente, o bien, buscan en el mundo de los hombres, que parece ofrecerles más posibilidades. Manifiestan su desasosiego a través de conductas autolesivas o trastornos de la alimentación. Tantos los chicos como las chicas dirigen la frustración que no saben canalizar en tres grandes áreas: dañando su cuerpo, fracasando en los estudios y eligiendo amigos inapropiados. Cuando los adolescentes son tratados como adultos -sin acomodarlos en la complacencia- aceptan el reto de inmediato.
- Agresividad en adultos
A través de los medios de comunicación tenemos constante noticia de la presencia de la emoción de ira en multitud de conflictos personales y sociales y de sus nefastas consecuencias. Pe Destrucción de las relacion ro otras veces, dicha emoción se presenta en nuestro entorno e incluso puede suponer una respuesta habitual en algunas personas ante determinadas circunstancias o situaciones como única vía muchas veces de resolución de problemas o como medio para alcanzar un fin. Se han podido constatar las consecuencias negativas que la presencia de la ira acarrea en la vida de las personas que la experimentan con frecuencia:
- Destrucción de las relaciones personales y laborales;
- Agravamiento de la situación problemática en la medida en que la ira no contribuye a alcanzar los objetivos de forma adecuada;
- Fomento de las agresiones;
- Desarrollo de trastornos cardiovasculares y otros problemas psicológicos como pueden ser la depresión, sentimientos de culpabilidad o baja autoestima.
No obstante, no podemos perder de vista que la ira, al igual que ocurre con la alegría o el asco, se corresponde con una emoción presente de forma natural en el repertorio humano y por tanto tiene un valor adaptativo relevante. Así, bajo determinadas circunstancias, el experimentar una reacción de ira puede desencadenar en la persona conductas de defensa que le puedan poner a salvo de un peligro o agresión. El problema radica en la frecuencia con la que estos estallidos de ira aparecen, así como los objetivos que persiga la persona mediante su utilización, como puede ser el obligar a alguien a hacer algo que bajo otros medios no haría.
TIPS PARA TRATAR LA AGRESIVIDAD EN LAS PERSONAS:
Guarda la calma
Guarda la calma
Combatir fuego con fuego solo empeorará las cosas y fomentará la agresividad de la otra persona. Estos son algunos consejos para guardar la calma si sientes que estás temblando de ira:
- -Respira profundo.
- -Ve por un vaso de agua o toma tu móvil. Hacer algo más reduce la tensión que se está creando en el momento.
- -Piensa que te arrepentirás por todas las cosas dichas con ira.
Señala el enojo de tu interlocutor
Llama las cosas por su nombre. No sigas la conversación como si no te molestara nada. Debes hacerle ver a tu interlocutor que está siendo agresivo con una afirmación de empatía en lugar de agitarlo aún más. Evita palabras acusativas que se refieran directamente a la persona (“tú“, ”tuyo") y usa frases como estas:
- -“No hay necesidad de estresarse, lo resolveremos/encontraremos la manera de solucionarlo“.
- -”¿Podrías bajar la voz, por favor?“
- -“Disculpa, ¿puedo decir algo que creo que es importante/puede ayudar?”
- -”Entiendo que esto puede ser estresante/frustrante".
Si lo haces a tiempo, esto te ayudará a hacer que tu interlocutor agresivo cobre más conciencia de lo que está haciendo. Como resultado, puede ayudar a que la persona escuche con mayor atención lo que estás diciendo.
Empatiza
Ponte en sus zapatos e intenta entender por qué se está comportando de esa forma tan agresiva. La agresión es una reacción natural para proteger o aclamar algo. Intenta considerar estos factores:
- -¿Qué es lo que puede perder tu interlocutor? (tiempo, dinero, amigos y familia, estatus social, reputación, etc.)
- -¿Cómo te sentirías tú si estuvieras en su situación?
- -¿Habrá algo más en la vida de esta persona que la vuelve tan susceptible y explosiva?
Sé asertivo
Puede sonar contradictorio que debes ser tanto empático como asertivo, pero una cosa no excluye la otra. Entender la postura de la otra persona no significa que debes permitir que sea agresiva contigo.
- -Controla tu voz y mantente calmado. Esto mostrará tu confianza y no insitará a tu interlocutor a hablar más fuerte que tú.
- -Defiende tu posición y no permitas que la otra persona monopolice la discusión. Expresa tu opinión.
- -Sé respetuoso y pide el mismo respeto a cambio.
- -Si el nivel de agresión empieza a subir, responde con más fuerza y asertividad para mostrar que tu tolerancia está disminuyendo.
Enfócate
Si te dejas llevar por tus emociones, pierdes de vista el tema en cuestión e incluso olvidas cómo empezó la discusión. Enfocando la conversación en las cosas y datos importantes, le ayudas a la otra persona a que razone. Por ejemplo:
- -“Lo único que importa es que...“
- -”Dentro de algunos años recordarás esta situación y te hará reír".
- -Intenta hacer reír a tu interlocutor, esto lo desarmará por completo.
FORMAS DE CONTROLAR MI ENOJO:
Herramientas para dominar el temperamento: autoconciencia y autocontrol
Dado que el enojo puede ser poderoso, a veces, controlarlo puede representar un desafío. Controlar sentimientos de enojo implica mucha autoconciencia y autocontrol. Y desarrollar estas habilidades lleva tiempo.
La autoconciencia es la capacidad de observar qué sientes y piensas, y por qué. Los niños pequeños no son muy conscientes de lo que sienten, simplemente lo expresan en su comportamiento. Por eso tienen un berrinche cuando están enojados. Los adolescentes, sin embargo, tienen la capacidad mental de autoconciencia. Cuando te enojes, tómate un momento para observar qué sientes y piensas.
El autocontrol es sobre pensar antes de actuar. Es pone algunos valiosos segundos o minutos entre sentir una emoción fuerte y actuar de una manera de la que te arrepentirás.
En conjunto, la autoconciencia y el autocontrol te permiten tener más opciones sobre cómo actuar cuando sientes una emoción intensa como el enojo.
Prepárate para hacer un cambio
Decidir tomar el control de tu enojo (en lugar de dejar que el enojo te controle a ti) significa observar de manera profunda las formas en las que has estado reaccionando cuando te enfadas. ¿Tiendes a chillar y gritar o a decir cosas hirientes, malas e irrespetuosas? ¿Arrojas objetos, das patadas o golpes de puño a la pared, rompes cosas? ¿Golpeaste a alguien, te hiciste daño a ti mismo o empujaste o trataste mal a otras personas?
Para la mayoría de las personas que tienen problemas para manejar el mal carácter, reaccionar de esta manera no es lo que desean. Se sienten avergonzados por sus comportamientos, y creen que éstos no reflejan quiénes son verdaderamente, lo mejor de sí mismos.
Todos pueden cambiar, pero sólo si lo desean. Si deseas hacer un gran cambio con respecto a cómo manejas tu enojo, piensa acerca de lo que obtendrás de ese cambio. ¿Más respeto a ti mismo? ¿Más respeto de los demás? ¿Menos tiempo sintiéndote fastidioso o frustrado? ¿Un enfoque más relajado de la vida? Recordar por qué deseas cambiar puede ayudar.
Recordarte a ti mismo que hacer un cambio lleva tiempo, práctica y paciencia también puede ayudar. No sucederá de repente. Controlar el enojo implica desarrollar nuevas habilidades y nuevas respuestas. Como con cualquier habilidad, como jugar al básquet o aprender piano, practicar una y otra vez ayuda.
Método de cinco pasos para controlar el enojo
1) Identifica el problema (autoconciencia). Comienza por observar qué te hace enojar y por qué. Pon en palabras lo que te hace alterar para que puedas actuar en lugar de reaccionar.
2) Piensa en posibles soluciones antes de responder (autocontrol). Aquí es donde te detienes por un minuto para darte tiempo a fin de controlar tu enojo. También es donde empiezas a pensar en cómo podrías reaccionar, pero sin reaccionar aún.
3) Considera las consecuencias de cada solución (piénsalo bien). Aquí es donde piensas acerca de cuál es el resultado probable de cada una de las diferentes reacciones que te planteaste.
4) Toma una decisión (escoge una de las opciones). Aquí es donde actúas al elegir una de las tres cosas que podrías hacer. Observa la lista y escoge la opción que probablemente sea la más eficaz.
5) Revisa tu progreso. Después de que hayas actuado y la situación haya finalizado, dedica algo de tiempo a pensar sobre cómo estuvo.